martes, 13 de enero de 2015

Ballenas jorobadas de Madagascar


... y ballenas piloto en Tenerife. 

Resoplar de ballena piloto. Tenerife (España)

40 toneladas. 40.000 kilos. El equivalente a 80 toros de lidia. Ese es el peso al que puede llegar una ballena jorobada adulta. Cuando nacen los pequeños ballenatos ya pesan más que un toro bravo, unos 600 kilos.

Ballena jorobada. Madagascar.

Estos enormes cetáceos acostumbran acercarse a las costas de Madagascar durante los meses de julio a setiembre desde el mar antártico en el que viven, con intención de reproducirse y traer a sus hijitos a este mundo en un entorno climático más amable.



Ballena jorobada muy cerquita de la embarcación. Madagascar.
Sobre todo resultan fáciles de ver en la bahía de Antongil, debido a que se concentran en un espacio reducido y cerrado. Si cogéis alguna lancha de Maroantsetra a la península de Masoala, a cambio de un plus -desde mi punto de vista excesivo- os ofrecerán avisaros y señalaros a los cetáceos, si los ven. Nosotras lo pagamos, pero sólo vimos algunos delfines a cierta distancia. Además como la lancha es tan pequeña (para dos o tres personas no más) y el mar un tanto movidito, bastante tienes con ocuparte de que un golpe de mar o el golpetón de la barca al caer desde lo alto de una ola no te lance al agua helada, como para buscar ballenitas y disfrutar de ellas. De todas formas, la gente del lugar nos dijo que el año pasado la bahía estaba a tope de ballenas, así que tal vez vosotros tengáis más suerte. Ya sabéis que ver a los animales en libertad exige paciencia e insistencia, y que eso no asegura que finalmente los veas.


Ballena jorobada. Madagascar

Desde los ferris que van de Soanierana-Ivongo a la isla de 
Sainte Marie también se puede ver a estos cetáceos y además de forma gratuita, eso sí, si se tiene suerte. Nosotras vimos varias en el viaje de ida, a lo lejos, pero lo suficientemente cerca como para disfrutar de sus saltos. El ferry tiene una ventaja y es que vas cómodamente sentado en un barco grande y estable, así que no tienes que ocuparte de agarrarte, te sientes seguro, no pasas frío y no te mojas en exceso.


Esquieleto de cachalote. Sainte Marie. Madagascar
Como ver a las ballenas desde el ferry nos certificó que efectivamente estaban en la bahía, decidimos hacer la excursión que ofrecen muchos hoteles y agencias de Sainte Marie para ver las ballenas. Elegimos la excursión ofrecida por el Hotel Libertalia, que está a unos 4 km de la capital dirección sur, fácilmente accesible a pie o en tuk-tuk. Cuesta unos 130000 aryaris, 40 euros más o menos. Hay ofertas más baratas, pero conviene ver primero el barco antes de decantarse por una u otra oferta.


Ilê aux Nattes. Sainte Marie. Madagascar.

Libertalia te da chubasqueros y chalecos salvavidas, por lo demás hay que decir que en el barco hay que ir descalzo (en el hotel os dirán donde podéis dejar las chanclas) y con pantalón corto, ya que uno acaba empapado sí o sí. Además conviene llevar una bolsa estanca de plástico o algo para proteger la cámara de fotos. Lo normal es que se moje y comience a comportarse caprichosamente si no se os jode del todo. Yo ya pensaba que había conseguido cargarme la cámara. Ya se me había mojado intentando fotografiar a los indris en Andasibe y el zoom empezó a ir a su bola. Después en Masoala se me volvió a mojar al intentar capturar a los lémures allá en lo más alto de los árboles bajo una lluvia inclemente. Cuando salió el sol el objetivo, la pantalla y el visor se me llenaron de vaho haciendo imposible fotografiar nada, aunque cuando se secó la cámara volvió a ir bien. Pero después de la excursión a ver las ballenas, la cámara se plantó y empezó a funcionar como le daba la gana: sacaba fotos que yo no le pedía, acercaba o alejaba los objetos a retratar según mejor le parecía, en fin, pasaba de su dueña con todo descaro. De todas formas, me pareció un bonito modo de mostrar su enfado, ya que en ningún momento dejó de funcionar del todo. Así que intente tratarla con cariño, secándola bien, arropándola mientras estábamos en lugar seco... y finalmente conseguí que se reconciliara conmigo y me volviera a hacer caso.


Dífícil hacer fotos.
De todos modos, hacer fotos a las ballenas desde el barco es harto difícil, la embarcación no para de moverse mecida por las olas y las ballenas emergen y se sumergen sin avisar, lo que hace muy difícil disparar la cámara en el momento justo. Es más fácil sacar vídeos, de los que luego podéis hacer fotos. Éstas tendrán menos calidad pero en contrapartida podréis detener la reproducción del video en el momento más adecuado, obteniendo imágenes muy difíciles de sacar directamente en foto.


Ballena jorobada a apenas 15 metros del barco. Madagascar
En teoría el barco ha de mantenerse a unos 200 metros del cetáceo. Cuando se avista uno, y una vez que ya se está cerca se navega en paralelo a la ballena muy lentamente. Es entonces cuando la(s) ballena(s) tal vez se acerque(n) peligrosamente al barco, como nos sucedió a nosotras. El patrón dijo que en cierto momento la ballena estaba a unos 15 metros, pero a mí me pareció que estaba apenas a tres o cuatro. Se escondía bajo el agua a estribor y al poco aparecía a babor o en la proa, y uno sospecha que ha pasado por debajo de la embarcación. La ballena nos estuvo toreando así un rato que a mí se me hizo interminable y eso que aún no había visto esas imágenes de internet en las que una ballena jorobada salta sobre un velero hundiéndolo sin remisión. La embarcación era pequeña, para apenas 20 personas -íbamos 14 turistas más el patrón y la bióloga que daba las explicaciones- y os aseguro que impresiona ver un bicho tan grande e imprevisible haciendo cabriolas a apenas unos metros de ti. En el barco iba una chavala de unos 12 años, pero no creo que este permitido ir con niños más pequeños. La travesía duró unas tres horas y media.


Pontón del hotel Boraha Village. Sainte Marie. Madagascar
Como he dicho más arriba, uno acaba empapado, aunque no llueva, pero es probable que también os llueva un poco. A nosotras nos llovió ya cuando volvíamos y como el barco navegaba rápido la lluvia te golpeaba molestamente en la cara hasta hacerte daño. Llegamos al pontón del hotel ateridos de frío, después de hacer el trasvase desde el barco hasta el pontón en una pequeña lancha. Recorrimos helados y mojados como sopas la pasarela hasta el restaurante del hotel donde nos sirvieron un té bien caliente mientras nos daban las últimas explicaciones sobre las ballenas jorobadas.


Barco para avistamiento de ballenas. Tenerife.
La experiencia es fantástica pero he de reconocer que me lo pase mucho mejor al mes siguiente en Tenerife cuando desde el puerto de Los Cristianos tomamos un bajel imitación a las goletas antiguas para ver las ballenas pilotos. Éstas son mucho más pequeñas que las jorobadas, apenas pesan 4 toneladas, y totalmente diferentes en su aspecto. Además éstas por lo general no saltan. Pero el clima era magnifico, el barco velero de madera se deslizaba con suavidad haciendo crujir las tablas y maromas como el ronroneo de un gato. Varios cetáceos con sus crías nos acompañaban en un silencio sorprendente, solo se oía el chapoteo del agua, el resoplar alegre de las ballenas y el crujir de la madera. Siempre me ha sorprendido el silencio con el que se desenvuelven la mayoría de los grandes animales: elefantes, rinocerontes, gorilas... transmiten una paz que añoro entre los ruidosos humanos.


Ballena piloto. Tenerife.
Por otra parte, a diferencia de la excursión de Madagascar, estas excursiones para ver ballenas en el sur de Tenerife son aptas para cualquier edad. En nuestro barco el niño más pequeño aún gateaba y la persona mayor tenía 82 años. Además son mucho más baratas, por un par de horas te cobran unos 7 u 8 euros, no recuerdo exactamente. Y las ballenas, si no me equivoco, están en las inmediaciones de Tenerife, a pocas millas de la costa, durante todo el año. 





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