Apuntes
El
camino, que no carretera, de Baños a Puyo es magnífico, las cataratas caen por
encima del autobús, cruzamos riachuelos de guijarros, seguimos el Pastaza en su
fluir y vamos a la altura de las nubes advirtiendo ya o esperando cómo de un
momento a otro va a cambiar el paisaje. Y así es, ya en Shell y Shell Mera el
paisaje se torna tropical, la vegetación más tupida y todas las plantas son más
grandes. En Shell Mera nos sellan los pasaportes para controlar quién entra en
la selva.
Un poco
más allá está Puyo, y ya de ahí a Tena, todo exuberante vegetación. No nos
bajamos en Tena, sino en Puerto Napo, pues el controlador del autobús nos ha
indicado que es mejor apearse allí para tomar el autobús a Misahualli. De
Puerto Napo a Misahuallí son apenas 17 km pero la vía es estrecha y en cuanto
se tropiezan dos carros en dirección contraria, uno ha de ceder, y ahí empiezan
los problemas. Hemos apurado demasiado y las ruedas del autobús se han metido
en la cuneta. Todos empiezan a decir que mete primera, que dale p’atras, que
venga, que ya , que dale p’adelante. ¡No sabía que había tanto ingeniero en el
autobús! La señora doctora se baja, of
course. “Yo me bajo” ha dicho en plan borde. Primero un joven le ha dejado
el asiento y ella no ha dicho ni gracias, se ha sentado sin más con un aire de
superioridad insultante.
De
Puerto Napo llegamos por fin a Misahuallí, otro puerto fluvial. Unas pocas
casas y hoteles, agencias de tours por todas partes y una playa a orillas del
río Napo en la que se bañan paisanos y foreingers.
“No es
mala gente, cuando no bebe es calladito, así, no habla más que cuando se le
pregunta, pero cuando está así no hace sino hablar. Es muy buen cocinero y lo
queremos llevar todos sobre todo a los tours largos de 5 o 6 días. Si tiene que
ir a un tour duerme y ya a la mañana se le pasó la borrachera.” ¡Qué peligro!
Aquí a la gente le gusta chupar mucho.
Al
final sólo podemos hacer un tour de dos días y una noche porque Dios así lo
quiso, él sabrá por qué, aunque nuestra intención era hacerlo de tres días.
Pero a la mañana cuando fuimos ya preparadas a la oficina del Albergue Español
en el centro, nos dice la vieja que es que estaba previsto que viniesen con
nosotras otros turistas que tenían contratado y pagado el viaje desde Quito,
pero que no han llegado y entonces no les sale rentable llevarnos a nosotras
solas. Un tal Domingo (el borracho) está dispuesto a llevarnos (eso dice la de
la oficina), pero no a hacer el mismo tour. Como él pertenece a no sé qué
comunidad, nos llevaría allí y no sé qué vainas. El caso es que son más de las
nueve y el tal Domingo is missing. Al
final la de la agencia salió de su letargo y fue a otra agencia, la de Billy
Clarke, y nos dice que allí van a salir por tres días. Mismo precio. Vale, nos
interesa. No tenemos otra opción. Pero de mismo precio nada, era más barato y
gracias a que anduvimos avispadas -y a que a Eduardo, el guía, se le dilataron
las pupilas cuando oyó el precio- sólo pagamos 20$ por día, lo mismo que los
demás del grupo.
Merece
la pena el paseo aunque no penetres mucho en la selva y siempre estés cerquita
de Misahuallí. Eduardo sabe mucho de botánica y sabe dar las explicaciones y
cumplir con su trabajo. Tiene cara de malo y una cicatriz en el labio superior.
Es delgado y viste botas de agua -¿cómo no?-, pantalón gris y chaleco, y lleva consigo
siempre un machete, como los peteneros. Con nosotras viene también Fran, que es
un chico negro que camina tras nosotros para que nadie se pierda y ayuda en
todas las labores desde cocinar o fregar a empujar la lancha. Luego está el chico de la lancha y la
viejilla de 57 años que dirige la expedición y que es la encargada de la
comida.
Salimos
en lancha por el Napo primero a un pequeño museo, una casita no más, en donde
se nos muestran muy eficazmente las diferentes trampas que utilizaban los
jíbaros para cazar animales y personas. Casi todas se guían por similar método:
algo pesado de lo que suspende un palito liviano que cuando es movido por algo,
cosa que ocurre al más leve roce, hace caer el peso sobre la presa
aplastándola. En otras ocasiones sólo la agarra por la cintura o las patas (a
las aves, por ejemplo) con intención de capturarla viva. También hay lanzas y
algo de artesanía. Dardos que tiran clavándolos en algodón: a mayor longitud
del palo y mayor fuerza pulmonar más largo podrá ir el dardo.
Luego
cogimos la lancha de nuevo para ir al punto de partida de nuestro paseo, entre
los ríos Napo y Arajuno. Son cuatro horas de subidas y bajadas algunas
resbalosas o peligrosas, pero en general como no llueve se camina a gusto y
entre los árboles el calor no es sofocante. En este paseo conocemos la palmera
que se sostiene mediante unas raíces que
son capaces de adaptarse a todo tipo de inclinación del terreno. También vemos
el árbol de la canela por el que descubrió Orellana el Amazonas. Huele realmente
a canela sólo con tocarlo o frotar su corteza.
El achiote está más allá, a la orilla de los ríos. Es una semilla de
granitos rojos que al aplastarlos tiñe los dedos y lo que con ellos se frote de
un rojo intenso y duradero. Con él se teñían antiguamente los indios colorados.
Hay palmas que tienen un olor dulce,
como a jazmín, y perfuman ciertas zonas de la selva agradablemente.
Hay dos
tipos de selva: la primaria y la secundaria. Nosotros ahora estamos en la
primaria, selva sin colonizar, donde le verde es más oscuro y hay menos claros.
En la secundaria, en cambio, se han quemado árboles para pasto y hay más
claros. El verde es más alimonado.
Ejércitos
de hormigas van con sus hojitas a su
casa para almacenar allí las hojas y dejarlas hasta que al pudrirse salgan
hongos, que son su alimento. El cucuyo es una especie de luciérnaga que tiene
dos luces verdes fluorescentes que activa según su nivel de excitación. Cuando
está parada tiende a rebajar la luz hasta que desaparece en ocasiones y cuando
vuela enciende otro pilotito rojo. Es del tamaño de una cucaracha, de un marrón
oscuro. Eduardo lo agobia para excitarlo y de repente parece un carro
encendiendo los intermitentes antes de empezar a moverse.
También
vimos el árbol del que se extrae el caucho. Hay tres formas de extraerlo:
abriendo una línea en forma de espiral alrededor del árbol, abriendo uves en el
tronco o talándolo que es lo que hacían
antiguamente cuando no sabían cómo obtener el preciado líquido. Pero al talarlo
se muere el árbol y la riqueza que contenía. La savia blanca que desprende se
pone entre los dedos, se frota y en seguida obtenemos una goma. El árbol del
caucho tiene una semilla con forma de cara que en su interior tiene otra
semillita. Es utilizado para hacer de esos chismes que ponemos en las puertas
para saber cuándo entra alguién y hay quién las pule y pinta para hacer
artesanía.
Claudio y Edison |
Al ir
por el río con la canoa se ven mujeres lavándose el pelo, niños chapoteando,
gente pescando con redes, buscando oro… En la zona sólo viven unas 600 personas
que se dedican a la agricultura, la búsqueda de oro y en menor medida al
turismo. El oro que contiene el río Napo en esta zona está desgastado y pulido
por el agua y la corriente, por lo que no se encuentran pepitas como en la
mina, en el nacimiento de los ríos, sino
sólo algunos pequeños filamentos entre los filamentos de hierro. La gente de
acá a veces se junta para sacar oro para hacer una escuela por ejemplo o algo
para toda la comunidad. No cobran y es como una fiesta en la que se bebe, se
divierten y trabajan en común. Los poblados en sí no existen, viven cada
familia en su casa, en caseríos aislados unos de otros y luego existe un local
para el maestro etc., pero por lo general sólo se reúnen con motivo de alguna actividad especial o
fiesta.
Buscando oro. Río Napo. |
El oro
se obtiene poniendo tierra de las orillas del río en una badea de madera. Ésta
se mete en el río después de haber cortado la corriente con piedras. Allí se da
vueltas al recipiente de tal forma que el agua entre por un lado y salga por otro
barriendo las piedras y arenilla más gruesa. Cuando ya queda poca arena el
proceso se complica porque el agua que entra ha de seleccionar la que tira, y
si entra mucha se puede llevar con la arena el oro. Finalmente sólo quedan los
filamentos de hierro y entre ellos, con suerte, alguno de oro. Con la mano se
echa agua sobre el hierro para separar los filamentos y ver si hay alguno de
oro. A mí me salieron tres, fui la que más suerte tuvo, ya puedo dejar de
currar. Por la tarde, a las orillas del Napo, se ven bastantes familias
buscando oro.
Las
casas por aquí son dobles. En una de ellas, donde se ubica la cocina, sólo se
cubre la parte superior en dos de sus lados para facilitar la ventilación.
Mientras que en las habitaciones las
cuatro paredes llegan hasta el techo. Ambas casas tienen porche donde puede uno
colocar una hamaca, o cenar resguardado de la lluvia pero al aire libre. Dada
la gran pluviosidad de la zona (3000-4000 litros por metro cuadrado anuales),
las casas están sostenidas por pies de madera como los hórreos. En ocasiones
ambas casas están unidas por una tarima de madera. Las casas son de madera con techos de palma.
En las casas viven de media unas ocho personas, en su mayor parte niños. No
suelen tener televisión, pero sí radio. Cuando hay alguna festividad y deciden
trasladarse, trasladan consigo todas sus posesiones: los chanchos, las
gallinas, los cuis, todo, para luego al cabo de un tiempo volver otra vez con
todos los animales. Cuando muere un anciano, aunque la casa que habiten sea
nueva, entierran al abuelo bajo la casa y construyen otra abandonando la que
antes habitaban, si bien la nueva puede ubicarse a apenas unos metros de la
otra. Durante dos meses le llevan al abuelo comida como con la esperanza de que
aún pueda volver del otro mundo.
Vimos
un termitero colocado en un árbol. Si se golpea la corteza negra que recubre el
árbol salen termitas por todos los lados. Son inofensivas y los amazónicos las
utilizan como repelentes de insectos ya que despiden un olor peculiar. Se toma algunas
entre las manos, se refrotan aplastándolas con energía y tirándolas ya muertas
sobre la zona que se desea proteger, y ya está. El otro repelente utilizado
aquí es el humo.
Hay
unas abejas que hacen su nido en unos árboles, no pican y dan buena miel, pero
la gente no se dedica por acá a la apicultura y a pesar de que no pican si se
excitan le atacan a uno y se le meten en el pelo y el zumbido es muy molesto.
Por ello es menester caminar muy despacio por donde se encuentran.
El
árbol de la quinina no sirve para proteger del paludismo sino para curarlo,
sólo tienen utilidad cuando la persona ya está enferma. Ha de hervirse la
corteza y dársela de beber al enfermo. Según el grado de paludismo que tenga
habrá de tomar más o menos, aunque si la enfermedad está muy avanzada es
inútil.
La
Amazonía en su origen era un gran lago salado, un mar. Restos de ello nos
quedan en los fósiles marinos que se han encontrado en las cercanías de Baeza,
así como en el curioso hecho de que en el Amazonas haya delfines (en Ecuador
también los hay) y rayas, animales de por sí marinos. Por ello el suelo de la
Amazonía tiene muy poca profundidad y es malo para el cultivo. Es un piso
arcilloso debajo del cual hay roca a tan solo 20 cm. De ahí que las raíces de
los árboles salgan a la superficie, porque abajo no tienen espacio. Cuando hay viento los árboles se caen muy
fácilmente debido a su poca base. Si se quemase la arboleda para sembrar, el
agua, constante en esta zona, arrastraría todos los nutrientes debido a la
impermeabilidad de la tierra volviéndola
cada vez más pobre hasta que acabara convirtiéndose en un desierto. Por todo
esto es tan importante conservarla en su estado actual.
Los
animales a veces es más fácil verlos en islas de selva secundaria porque están
más concentrados. Se oyen loros y tucanes, pero ¿quién los ve? Lo que sí hemos
visto son colibríes y un gallinazo blanco -real creo que se llama- que es muy
difícil de ver y Eduardo hacia cinco años que no veía. Son una especie como de
buitres que normalmente van en pareja.
Claudio,
uno de los chavales que viven por allí ha pescado a la orilla del río Arajuno
cuatro limpia-fondos, peces que se utilizan en las peceras ya que se adhieren como ventosas a las rocas y las limpian, de
ahí su nombre.
Eduardo
nos ha enseñado también unas plantas de hojas de un verde intenso con brillo
que poseen en su nacimiento dos bolsitas que si se rasgan dejan salir a unas
hormiguitas muy diminutas que salen de su interior. Debido al ácido que toman
de la planta tienen sabor a limón. Las hojas son bastante peludas y da bastante
asco cuando se rasga la bolsita ver
salir tal cantidad de cositas negras, pero el sabor es agradable. Hemos probado
también tallos de ciertas plantas que
son muy refrescantes y saben también a limón. También se come la parte blanda
del palmito que sabe a semilla cruda.
Tirarse
al vacio con una liana es muy divertido pero extremadamente peligroso. Aunque
desde abajo nos parezca que la liana está sana, puede que arriba esté horadada
por insectos y con nuestro peso se rompa. También es frecuente que el que se
lanza no sepa agarrarse bien para sostener todo su peso, o que al llegar abajo
sienta vértigo. El accidente más frecuente es la rotura de columna. Hoy a los
turistas no se les deja hacer el chorra porque uno se rompió la columna y sólo gracias
a que lo entablillaron entero y lo enviaron en avión rápidamente a Quito, se
salvó.
Ha
habido dos accidentes mortales en la Amazonía ecuatoriana. Uno fue un ataque al
corazón, el otro una picadura de serpiente coral. Este último fue un caso de
auténtica mala suerte, ya que es una serpiente muy lenta, que abre la boca con
mucha suavidad. Pero el problema fue que el guía era un guía de montaña y no
conocía bien la jungla. Por ello tardó en constatar que era una picadura de serpiente, no se dio cuenta hasta horas
después cuando la chica cayó redonda al suelo. Era tarde ya para hacerle un
torniquete y golpearle la parte picada con un machete o algo contundente, con
algún palo, para que salga la mayor cantidad de sangre posible, pues con ella
saldrá también la sangre envenenada. Después ha de dárseles jugo de limón.
Curiosamente quien ha sido picado por una serpiente no siente la acidez del
limón. Éste ayuda a limpiar la sangre y alarga el proceso, permitiendo llegar
en ese tiempo al accidentado a un lugar
donde le puedan ayudar. El veneno de la coral afecta a los pulmones
directamente provocando asfixia.
Otra
serpiente, de la que no recuerdo el nombre, hace que primero la parte afectada
y luego todo el cuerpo se vaya hinchando y vaya adquiriendo en pocos minutos un
color blanquecino. Posteriormente, por los lacrimales, la boca, la nariz,
etc. Empezará a salir sangre. Una vez
llegados a este punto es imposible salvar a la víctima, pues significa que toda
la sangre está contaminada.
El
ficus es en principio una liana que se adhiere a otros árboles y los va
rodeando alimentándose de su savia, aparte del alimento que recibe de sus
propias raíces. Así lo va rodeando hasta hacerse más grueso que él. Cuando el
árbol muere, el ficus se fortalece volviéndose más grueso aún. Vimos también un
árbol que al morir se fosiliza convirtiéndose en piedra, si bien continúa de
pie.
Es
curioso asimismo que en la Amazonía sea imposible saber con exactitud la edad
de un árbol. En Europa, Norteamérica y Suramérica hay estaciones y éstas son
las que marcan los ciclos de todos los árboles, formándose los típicos anillos
que nos permiten averiguar sin dificultad la edad de un árbol. Pero aquí no hay
estaciones, cada especie tiene su propio ciclo y así mientras unos florecen en
julio, otros lo hacen en nuestro invierno etc. Los anillos no indican aquí
ciclos de estaciones, o sea, años, por ello no nos es posible saber la edad del
árbol en cuestión.
Flor del paraíso |
El
árbol del copal es de la misma familia que el del incienso. En la corteza tiene
unas zonas de polvos blancos que al frotar con las yemas de los dedos
desprenden un atractivo olor. Es lo que utilizan en Chichicastenango o San Juan
Chamula para aromatizar las iglesias y purificarlas. Por aquí dicen que con su
olor se espantan los malos espíritus.
Eduardo
está muy bien preparado. Al parecer todos los años han de pasar cursos de
reciclaje para poder continuar siendo guías. La mujer que dirige la expedición charlando
con mi amiga ha mencionado a su marido en pasado: ¿murió? , le ha preguntado mi compañera. No caería esa breva, le responde. Su marido la dejó por otra con
ocho churumbeles que alimentar. Tuvo que
inventar para sacarlos adelante. Hubo
quien dijo que no duraría mucho como guía, pero ahí está a sus 57 años dirigiendo
las expediciones.
De
vuelta a Misahuallí la lancha levantaba grandes olas que nos mojaban de arriba
abajo. Iba demasiado deprisa. Llegamos como una sopa, empapadas de arriba
abajo. “Bueno, ya hemos llegado sanos y salvos”, dice el barquero. ¡Será
cabrón!
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