sábado, 8 de junio de 2013

Mitad del mundo



Mercado de Saquisilí


 


Conversación en Esmeraldas. Ecuador




Despiojando en el mercado de Otavalo



Lo más interesante de Ecuador como destino turístico es su variedad de paisajes, climas, culturas y gentes, y que no tienes que desplazarte muchos kilómetros para poder observar toda esa riqueza. En un mismo día puedes ir de los nevados volcanes a la selva, de ciudades a casi 3000 metros de altitud a una playa al nivel del mar.  Un día te tienes que poner el plumas y al siguiente te asas de calor. Hoy te encuentras en medio de un colorido mercado en Otavalo o Saquisilí  -un chevrolet cruza a gran velocidad la carretera que viene del mercado de animales. Esperen, parece que se puede leer algo en la delantera del carro: YA LLEGÓ EL VENGADOR- y mañana en una preciosa ciudad colonial. Un día rodeada de indios, y al otro de negros. En el museo de Mitad del Mundo puedes echar un vistazo rápido a las distintas culturas de Ecuador. “Miren, ahí pueden verse ustedes”. Un grupo de escolares otavalos han elegido hoy viernes para visitar la Mitad del Mundo. Efectivamente, los niños van vestidos con un pantalón tobillero blanco, poncho y sombrero, y las niñas con faldas blancas y blusas bordadas, igualitos a los muñecos del museo. Cholos –mestizos de indio y español de la costa-, huaoranis
Descansando mientras la mamá vende

de orejas agujereadas, quichuas del Napo y el Pastaza, antiguos reductores de cabezas shuar, colorados que se tiñen con achiote el pelo a modo de casco,  montubios con aspecto de acabar de salir de una peli de vaqueros, negros del norte fronterizo con Colombia o de Esmeraldas…

 






Me  detengo aquí porque hoy quiero recordar mi estancia en la

Otavalos en mitad del mundo
provincia de Esmeraldas, concretamente en la ciudad del mismo nombre y  San Lorenzo. Los negros de Esmeraldas provienen de los esclavos que trajeron como mano de obra a Loja cuando De las Casas defendió la integridad de los indios como personas: los 
indios tenían alma y por tanto no se les podía explotar y se” tuvo” que traer africanos. Algunos -23, se dice- escaparon sanos y salvos de un naufragio en la costa y gracias a este accidente hoy hay negros en Esmeraldas.
 

 


En el museo de Baños.
Emprendemos viaje en buseta hacia Esmeraldas, dejamos atrás tierra de indios y vamos hacia lugares de mayoría negra. El cambio de paisaje -y de clima, sobre todo de clima- que se produce poco antes de llegar a Santo Domingo de los Colorados es tan vertiginoso como las montañas que hay que sortear hasta llegar a esta pequeña villa. El paso del paisaje de la sierra de Otavalo o Ibarra a los platanales y palmerales es radical. El verde se intensifica, la vegetación se hace más exuberante y las casas empiezan a ser un rectángulo hecho de tablas con tejadillo de hojalata, porche  y hamaca. La gente cada vez es más prieta, hasta volverse en Esmeraldas negra en un 70%.




¿Quieren llamar por teléfono? Quito 1994
Unos negros se han montado en el autobús, han hecho parar al autobusero porque uno de ellos se estaba meando. El caso es que estaban un tanto bebidos. Uno llevaba una petaca de ron en el bolsillo trasero del pantalón y para cuando se apearon (1000 sucres más adelante) ya se había ventilado la mitad. Dos mujeres de la zona al apearse del bus, después de desearnos buen viaje nos dicen que tengamos cuidado, que  en Esmeraldas hay muchos choros.








San Lorenzo.


Vamos a dar un paseo por Esmeraldas, partiendo de la plaza. Nos dirigimos hacia el sur en busca del mar, pero sólo vemos el mercado callejero, bastante animado. Atrás del mercado las calles se tornan caminos y las casas chabolas. Seguimos caminando por una avenida principal, ya fuera del submundo de los alrededores del mercado y cuando vemos a lo lejos agua decidimos bajar adentrándonos entre las infraviviendas de la “calle” Muriel. Todos sus habitantes son negros desde la Avda. del Malecón hasta el enfangado río. Unas mujeres orondas juegan a las cartas sentadas en la calle fuera de la casa. Los niños en pilindrín corretean sin control, sucios de polvo y barro. Otros churres nadan en el sucio río.
 
San Lorenzo
-          Haznos una foto - la gente saluda con amabilidad. Les hacemos la foto.

-          ¿Cómo te llamas? - queremos mandársela.

-          Jazz

-          ¿Se escribe así?, el chaval no sabe muy bien cómo se escribe y mira asustado.

-         ¿Y dónde vives?

 
-          Parque Central

-          ¿Qué número?

-          No, creo que no tiene número. Así, no más.

Está claro que no va a llegar.





 Volvemos por el mismo camino para ir a cenar algo al centro. De repente un carro se para y nos empieza a hablar en inglés: eh, mister, mister.      

San Lorenzo

        - Hablamos español –es igual él sigue en inglés.

                - Unos ladrones les siguen, tengan cuidado, si quieren les acerco al centro.

                - No gracias, vamos andando - me parece que los ladrones son ellos.

 





Mercado de Saquisilí

Después se para otro hombre en cuatro por cuatro, y nos vuelve a decir que corremos un gran peligro, que nos subamos a su coche. A partir de entonces ya uno sospecha de todo pichipata, ya no está uno a gusto viendo los cómicos de la plaza que congregan un gran número de gente, ni nada.
 
Vamos al hotel que está en la calle Sucre, muy cerquita de la plaza. Pero es peor el remedio que la enfermedad. Tienen puesta tan alta la tele que no hay quien duerma. La cabeza nos va a estallar: las noticias, película de risas estadounidense doblada por mejicanos, película de posesiones…

                -Está graciosa la película. Ha estado bonita la película.




Otavalo

Es como para tirarle la televisión a la cabeza, son la doce de la noche y la televisión está a un volumen que puede oírla todo el barrio. Al fin la apaga, pero tres horas después… “Voy a ver si este canal ya…” Prueba todos los canales pero en ninguno hay emisión, deja la tele encendida con el ruidito de fondo. Apaga la tele, le dice una joven. El no sé que contesta pero el caso es que no la apaga.
 

-          Es muy peligroso.

-          Sí, a mí me da más miedo Esmeraldas que Guayaquil.

-          Y, ¿por qué?

-          No sé, me dan mucho miedo los borrachos.

-          ¿Por qué?

-          No sé, una vez en Santo Domingo, allí un tío mío, bueno es como un tío, ¿no?, pues es policía, y un día un borracho pues no sé qué me dijo y mi tío pues fue muy duro, y eso me dejó como traumatizada, ¿ves?

-          Eso es por abusivo, se le dice abusivo. ¿Cuántos años tienes?

-          Diecinueve. A mi padre no le gusta que me pinte. Sólo un poco, ¿no?

-          Es que hay mujeres que se pintan demasiado, es mejor la mujer así, natural.

-          Es que vive con nosotros…. dos niños, uno es moreno…

-          ¿Cómo yo?

-          Sí, es moreno, pero así, fino como tú, aniñado.

-          ¿Aniñado? Ah, pues, ¿cómo?

-          No, pues hay morenos así , de rasgos más finos, ¿no?

-          ¿Es hijo de tu hermana con algún moreno?

-         

Estudiantes de San Lorenzo.
-          Trabajar de noche, pues, yo tenía una novia de Quito, pero no podía ir yo a Quito porque sólo libro un día a la semana y ella venía, pero ya a la última cita no ha venido.

-          ¿Y por qué no se llaman por teléfono?

-          Yo en mi casa no tengo teléfono.

-          Mi primer enamorado….bla, bla, bla…

-          Ya son las cuatro y cuarto. Ay, ese es el autobús.




Domingo en Ibarra.
Despierta a una niña y por fin se van las dos a Santo Domingo de los Colorados. Al rato el padre del joven se levanta.

-          ¿Qué hace levantado? Ha estado escuchando todo, ¿no?

-          ¿El qué?

-          Nada, que estaba hablando.

-          ¿No estabas durmiendo?

-          No, que estaba hablando con una pelada,… unas peladas de Santo Domingo.

-          ¿Quiénes? ¿Los tres solos?

-         

-          ¿Y qué has dicho?

-          Nada, ¿A qué se lvantó?

-          ¿Qué has dicho? Dime rapidito.

-          Nada, a la mañana le digo. ¿A qué se levantó?

-          A mear.

Creo que he conseguido dormir de cinco a siete, porque a las siete y cuarenta y cinco ya volvió a poner la tele. Es un teleadicto.
 
Haciendo el gamberro. San Lorenzo.

-          Mi estrellita… Santo Domingo…, empieza a cantar

-          Venga, mano, que le voy a contar lo de esta noche.

Sin comentarios.

               








 


 
 
 
 




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