jueves, 10 de octubre de 2013

África y el teléfono móvil

Preciosa escena de la vida diaria de Vilankulo,
inmortalizada mientras esperábamos a comer en el Tropical.

Vodambique
Joven consultando el móvil a la
 salida de la mezquita. Inhambane.

 
Gran parte de los africanos han pasado de no tener teléfono a directamente tener un par de móviles. El teléfono fijo en casa, que para nosotros ha sido el paso intermedio, la mayoría no lo ha conocido. Poder estar comunicado en cualquier circunstancia ha sido sin duda para los africanos, más que para ningún otro pueblo, un avance excepcional en su calidad de vida. En las inmensas tierras africanas de carreteras a veces intransitables y vehículos obligatoriamente lentos, poder comunicarse por móvil cuando una rueda se pincha, se quiere hablar con un amigo que a pesar de no vivir a muchos kilómetros por el estado de las carreteras o los deficientes transportes resulta desesperante ir a visitar, o se necesita ayuda de cualquier tipo es fantástico. Incluso a la hora de pagar con el móvil se nos están adelantando, porque ellos aún no han accedido en su mayoría a las tarjetas de crédito y por tanto de nuevo se han saltado un paso del desarrollo. En Uganda había un anuncio de pago con el móvil en el que un hombre al que habían llevado a comisaría por estar un tanto bebido, aun no teniendo ni un duro en el bolsillo, soluciona la papeleta pagando la fianza con el móvil. Había muchos anuncios en la calle sobre el pago con el móvil pero no sé hasta qué punto lo utilizaran. El móvil se utiliza también como seña de identidad, en vez del  carnet.  Al subir a un autobús o al ferry por ejemplo en Mozambique te piden el móvil y lo apuntan en el registro de viajeros para en caso de siniestro supongo tener a la gente perfectamente identificada. En Níger hacían lo mismo antes de meter las maletas en el autobús, te pedían el móvil y lo escribían en la maleta para en caso de pérdida saber a quién pertenecía y poder ponerse en contacto con él. También es muy utilizado como linterna en países como Etiopía o Mozambique donde es habitual coger los autobuses a altas horas de la madrugada.

Desde el interior del
Tropical, Vilankulo.
Pero he de reconocer que  a veces se pasan un poco a la hora de utilizarlo. Por ejemplo, en Mozambique, estábamos nosotras en el Joseph y Tina, un agradable hotel de cabañas de Vilankulo y necesitábamos pagar la habitación. Al hombre con el que habíamos hablado el día que llegamos no lo veíamos por ninguna parte y en el hotel no había una recepción propiamente dicha. Así que, cuando al salir de la cabaña por la mañana vimos a un hombre limpiando un coche, le dijimos a ver dónde estaba el jefe para pagarle. “Ahora le llamo”, dijo y cogió el móvil. “No”, dijimos nosotras, “si no está ya le pagaremos más tarde, no le haga venir hasta aquí”. “No, si está ahí”, y señaló una puerta a apenas dos metros de dónde estábamos.  En vez de ir a la puerta y  dar un par de golpes  con los nudillos (si hubiese pegado un pequeño grito también le habría oído) prefirió llamarle por el móvil, cosa que al otro no le extrañó en absoluto y salió ipso facto dejándonos a nosotras con cara de bobas. También en Inhaca  me sorprendió esa utilización del móvil. Estábamos en un hotel  del centro del pueblo, una vez pasado el centro de salud a donde nos había llevado Shane, que nos abordó en el puerto a la llegada del ferry. Es un recinto compuesto por un patio en donde hay una construcción baja que alberga cuatro habitaciones con cama de matrimonio y otro edificio con dos duchas y dos váteres con lavabo. Al recinto se accede por una puerta de bambú que no cierra del todo y se queda atorada en la arena y que es absolutamente igual a la de las casas circundantes, sólo se sabe que es hotel si estás atento y ves el  pequeño cartel de madera sobre la puerta con el nombre del establecimiento y un número de móvil. Es sencillo pero nuevo y muy limpio. Bien, pues, la noche del sábado estaba ocupada también la habitación de al lado nuestro, por dos hombres supimos luego. Había una discoteca o bar cercano que tuvo música disco repetitiva toda la noche y los
Tarde de playa en Vilankulo
hombres estos supongo que estuvieron disfrutando del sábado noche. Uno llegó al hotel antes, sin embargo, y no acertaba a abrir la puerta –serían la una o las dos de la mañana-. Era una puerta metálica que se abría girando la llave hacia la derecha, en vez de hacia la izquierda como es habitual y además había que empujar la puerta un poco hacia adentro para que se abriese sin dificultad. El caso es que el hombre no acertaba. Se puso delante de nuestra ventana como observando a ver si había alguien que pudiese ayudarle pero dadas las horas que eran se decidió a llamar por teléfono al dueño del hotel (No lo he dicho pero en el recinto muchas veces no había nadie del  hotel para controlar quién pasaba a pesar de que, como he dicho, la puerta de la calle no cerraba). Éste a pesar de la hora le cogió el teléfono enseguida y se oyó al hombre decir “okay, okay”. Por fin el hombre consiguió entrar en la habitación y al poco le sonó el móvil. “Sí, ya está”, dijo. Sin duda era el del hotel preguntándole si había conseguido entrar. Al cabo de alguna hora llegó el compañero de habitación, pero al
Frente al Verdinho. Inhambane.
parecer no tenía llave. Da unos toques en la puerta, para que le abra. Nada, el amigo está dormido. Coge el móvil, le llama y consigue despertarle y que le abra la puerta. Como podéis ver el móvil se ha convertido rápidamente en una herramienta indispensable en África.  Cuando salíamos a la mañana del hotel, el que nos había hecho de guía al faro, el tal Shane, como por arte de magia aparecía enseguida en nuestro camino para ofrecernos alguna otra excursión. No tengo duda de que el chico que solía quedarse a las noches en el hotel  le llamaba para decirle que ya salíamos. O eso o era adivino. En Níger muchas tiendas estaban cerradas y en la puerta había un cartel con el número de teléfono: si me necesitas llámame, ¿Para qué voy a estar perdiendo el tiempo toda la mañana en la tienda, si a lo mejor sólo viene un cliente y a última hora?

La Marginal de Inhambane,
pintada con publicidad Vodacom
Así que las compañías de móvil -en el caso de Mozambique Vodacom- lo  abarcan todo. En Mozambique absolutamente todo tiene publicidad Vodacom. El paseo marítimo de Inhambane, la parada del ferry a Inhaca, el campo de juegos y espectáculos de Vilankulo, los columpios, el centro de arte…, hasta el Tropical, el bar donde acostumbrábamos a tomarnos la preta de la tarde-noche está pintado de rojo con la publicidad de Vodacom. Antes de ir a Mozambique leí una crítica no sé si en El País o en el Correo a cuenta de una parada de metro en Madrid a la que van a llamar Vodafone. La periodista se escandalizaba. La verdad es que a mí me costó bastante entender que ahora en el mundo todos los complejos deportivos se llamen “Arena”, al principio no lo entendía, ¡no son plazas de toros! Hasta que alguien me hizo entender que Arena se refería a la marca deportiva. Yo pasmada, como la periodista.  En fin, pues en Mozambique la compañía de móviles ya ha conseguido que todo sea Vodacom. Tal vez llegue un momento en que hasta las calles tengan nombres de empresas, en vez de Mahatma Gandhi –que tiene guasa el nombre, normal que en aquel pueblo de Andalucía tuviesen problemas para que llegasen las cartas, ¿quién coño es ese tío?-, mucho más fácil recordar calle Movistar, Plaza Jazztel o Avenida Orange.  Seguro que esos nombres los escriben todos bien. Incluso los países mejor que tomen el nombre de una empresa que les subvencione. Estados Unidos, ¡qué nombre tan sinsorgo!  ¿Por qué no llamarlo Coca Cola States, o MacDonaland? Tal vez así consigan salir de la bancarrota a la que parecen abocados.

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