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Preciosa escena de la vida diaria de Vilankulo,
inmortalizada mientras esperábamos a comer en el Tropical. |
Vodambique
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Joven consultando el móvil a la
salida de la mezquita. Inhambane. |
Gran parte de los africanos han pasado de no tener teléfono
a directamente tener un par de móviles. El teléfono fijo en casa, que para
nosotros ha sido el paso intermedio, la mayoría no lo ha conocido. Poder estar
comunicado en cualquier circunstancia ha sido sin duda para los africanos, más
que para ningún otro pueblo, un avance excepcional en su calidad de vida. En
las inmensas tierras africanas de carreteras a veces intransitables y vehículos
obligatoriamente lentos, poder comunicarse por móvil cuando una rueda se
pincha, se quiere hablar con un amigo que a pesar de no vivir a muchos
kilómetros por el estado de las carreteras o los deficientes transportes
resulta desesperante ir a visitar, o se necesita ayuda de cualquier tipo es
fantástico. Incluso a la hora de pagar con el móvil se nos están adelantando,
porque ellos aún no han accedido en su mayoría a las tarjetas de crédito y por
tanto de nuevo se han saltado un paso del desarrollo. En Uganda había un
anuncio de pago con el móvil en el que un hombre al que habían llevado a
comisaría por estar un tanto bebido, aun no teniendo ni un duro en el bolsillo,
soluciona la papeleta pagando la fianza con el móvil. Había muchos anuncios en
la calle sobre el pago con el móvil pero no sé hasta qué punto lo utilizaran.
El móvil se utiliza también como seña de identidad, en vez del carnet.
Al subir a un autobús o al ferry por ejemplo en Mozambique te piden el
móvil y lo apuntan en el registro de viajeros para en caso de siniestro supongo
tener a la gente perfectamente identificada. En Níger hacían lo mismo antes de
meter las maletas en el autobús, te pedían el móvil y lo escribían en la maleta
para en caso de pérdida saber a quién pertenecía y poder ponerse en contacto
con él. También es muy utilizado como linterna en países como Etiopía o Mozambique donde es habitual coger los autobuses a altas horas de la madrugada.
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Desde el interior del
Tropical, Vilankulo. |
Pero he de reconocer que
a veces se pasan un poco a la hora de utilizarlo. Por ejemplo, en
Mozambique, estábamos nosotras en el Joseph y Tina, un agradable hotel de cabañas
de Vilankulo y necesitábamos pagar la habitación. Al hombre con el que habíamos
hablado el día que llegamos no lo veíamos por ninguna parte y en el hotel no
había una recepción propiamente dicha. Así que, cuando al salir de la cabaña por
la mañana vimos a un hombre limpiando un coche, le dijimos a ver dónde estaba
el jefe para pagarle. “Ahora le llamo”, dijo y cogió el móvil. “No”, dijimos
nosotras, “si no está ya le pagaremos más tarde, no le haga venir hasta aquí”.
“No, si está ahí”, y señaló una puerta a apenas dos metros de dónde estábamos. En vez de ir a la puerta y dar un par de golpes con los nudillos (si hubiese pegado un
pequeño grito también le habría oído) prefirió llamarle por el móvil, cosa que
al otro no le extrañó en absoluto y salió ipso facto dejándonos a nosotras con
cara de bobas. También en Inhaca me
sorprendió esa utilización del móvil. Estábamos en un hotel del centro del pueblo, una vez pasado el
centro de salud a donde nos había llevado Shane, que nos abordó en el puerto a
la llegada del ferry. Es un recinto compuesto por un patio en donde hay una
construcción baja que alberga cuatro habitaciones con cama de matrimonio y otro
edificio con dos duchas y dos váteres con lavabo. Al recinto se accede por una
puerta de bambú que no cierra del todo y se queda atorada en la arena y que es absolutamente
igual a la de las casas circundantes, sólo se sabe que es hotel si estás atento
y ves el pequeño cartel de madera sobre
la puerta con el nombre del establecimiento y un número de móvil. Es sencillo
pero nuevo y muy limpio. Bien, pues, la noche del sábado estaba ocupada también
la habitación de al lado nuestro, por dos hombres supimos luego. Había una
discoteca o bar cercano que tuvo música disco repetitiva toda la noche y los
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Tarde de playa en Vilankulo |
hombres estos supongo que estuvieron disfrutando del sábado noche. Uno llegó al
hotel antes, sin embargo, y no acertaba a abrir la puerta –serían la una o las
dos de la mañana-. Era una puerta metálica que se abría girando la llave hacia
la derecha, en vez de hacia la izquierda como es habitual y además había que
empujar la puerta un poco hacia adentro para que se abriese sin dificultad. El
caso es que el hombre no acertaba. Se puso delante de nuestra ventana como
observando a ver si había alguien que pudiese ayudarle pero dadas las horas que
eran se decidió a llamar por teléfono al dueño del hotel (No lo he dicho pero
en el recinto muchas veces no había nadie del
hotel para controlar quién pasaba a pesar de que, como he dicho, la
puerta de la calle no cerraba). Éste a pesar de la hora le cogió el teléfono
enseguida y se oyó al hombre decir “okay, okay”. Por fin el hombre consiguió
entrar en la habitación y al poco le sonó el móvil. “Sí, ya está”, dijo. Sin
duda era el del hotel preguntándole si había conseguido entrar. Al cabo de
alguna hora llegó el compañero de habitación, pero al
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Frente al Verdinho. Inhambane. |
parecer no tenía llave. Da
unos toques en la puerta, para que le abra. Nada, el amigo está dormido. Coge
el móvil, le llama y consigue despertarle y que le abra la puerta. Como podéis
ver el móvil se ha convertido rápidamente en una herramienta indispensable en
África. Cuando salíamos a la mañana del
hotel, el que nos había hecho de guía al faro, el tal Shane, como por arte de
magia aparecía enseguida en nuestro camino para ofrecernos alguna otra
excursión. No tengo duda de que el chico que solía quedarse a las noches en el
hotel le llamaba para decirle que ya
salíamos. O eso o era adivino. En Níger muchas tiendas estaban cerradas y en la
puerta había un cartel con el número de teléfono: si me necesitas llámame,
¿Para qué voy a estar perdiendo el tiempo toda la mañana en la tienda, si a lo
mejor sólo viene un cliente y a última hora?
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La Marginal de Inhambane,
pintada con publicidad Vodacom |
Así que las compañías de móvil -en el caso de Mozambique
Vodacom- lo abarcan todo. En Mozambique
absolutamente todo tiene publicidad Vodacom. El paseo marítimo de Inhambane, la
parada del ferry a Inhaca, el campo de juegos y espectáculos de Vilankulo, los
columpios, el centro de arte…, hasta el Tropical, el bar donde acostumbrábamos
a tomarnos la preta de la tarde-noche está pintado de rojo con la publicidad de
Vodacom. Antes de ir a Mozambique leí una crítica no sé si en El País o en el
Correo a cuenta de una parada de metro en Madrid a la que van a llamar Vodafone.
La periodista se escandalizaba. La verdad es que a mí me costó bastante
entender que ahora en el mundo todos los complejos deportivos se llamen
“Arena”, al principio no lo entendía, ¡no son plazas de toros! Hasta que
alguien me hizo entender que Arena se refería a la marca deportiva. Yo pasmada,
como la periodista. En fin, pues en
Mozambique la compañía de móviles ya ha conseguido que todo sea Vodacom. Tal
vez llegue un momento en que hasta las calles tengan nombres de empresas, en
vez de Mahatma Gandhi –que tiene guasa el nombre, normal que en aquel pueblo de
Andalucía tuviesen problemas para que llegasen las cartas, ¿quién coño es ese
tío?-, mucho más fácil recordar calle Movistar, Plaza Jazztel o Avenida Orange.
Seguro que esos nombres los escriben
todos bien. Incluso los países mejor que tomen el nombre de una empresa que les
subvencione. Estados Unidos, ¡qué nombre tan sinsorgo! ¿Por qué no llamarlo Coca Cola States, o
MacDonaland? Tal vez así consigan salir de la bancarrota a la que parecen
abocados.
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