jueves, 7 de noviembre de 2013

Viaje en chapa



Ilha de Magaruque, el mejor sitio para caerse en azul.



O machibombo


Vilankulo
Lunes, siete de la mañana,
música disco a todo volumen,
hip-hop,
gafas oscuras esconden los ojos
del joven cobrador.
 

Hombros arriba y abajo,
imposible no seguir el ritmo,
baila, baila en la playa,
los panes en las rodillas, el chiquillo.



Atrás queda ya Inhambane.
Y hay más paradas, más viajeros,
Isla de Bazaruto
¿dónde los meteremos?



Posturas imposibles
de piernas y brazos confusión,
protestas por lo bajinis,
ni en un circo tal contorsión.



Le zumba el perrengue,
refunfuña alguien,
aquí nos ponen a todos los grandes,
estrecha a bunda, a ver si cabes.


Curvados como podemos,
de mingaladera,
unos encima de otros,
si no te da una sirimba, contenta.

 

Tofo (Mozambique)
Pon en mis rodillas tu bolso,
-quién dice bolso, motosierra-.
Trae, yo te ayudo con el niño.
Solidaridad viajera.
(La mujer grávida, mientras,
hecha un ocho,
permanece impávida,
ni una queja.)



Impertérritos también os meninos,
de aquí para allá maleados,
Chavales de Inhambane
como si nada,
sin mudar el semblante,
¡cobradore, paragem!

Ya ni un hueco dentro queda
-dice el cobrador, ¡ve afuera!
Engánchate a la puerta
como puedas.
Blancas de los dedos las yemas.

La gente los mira sorprendida.
É arriscar a sua vida!
Vuelven la cara hacia atrás.
¿Seguirá ahí? ¿Caído habrá?

No me lo negarán,
es divertido.
Así  se viaja
en Mozambique, amigo.

 

 
 

 

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