Controles policiales en el norte de Mozambique
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Haciendo los deberes en Ilha de Moçambique |
Segundo día en el país, justo habíamos llegado a Nampula el
día anterior por la tarde. A ver cómo lo cuento.
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Estatua a Camoes en Ilha de Moçambique.
Camoes escribió parte de Os Lusíadas
en esta isla |
Salimos del Ruby backpackers
tras desayunar dispuestas a tener que esperar un buen rato en la
estación hasta que se llenase una chapa para ir a Ilha de Moçambique. Sin
embargo, nada más llegar a la parada y preguntar por nuestro destino nos señalaron
una furgoneta que ya estaba prácticamente llena. ¡Qué suerte! Pero…
ahí se acabó nuestra buena
estrella. Cuando el conductor ya estaba presto a salir, se le acercaban hombres
que parecían advertirle no sé de qué
mientras plantaban su dedo índice ante su cara. Otros conductores también le
señalaban y con un gesto de la mano parecían indicarle que se anduviese con
cuidado. Los pasajeros empezaron a hablar entre ellos. Nosotras sólo entendíamos
control, multa, problema de tránsito… El conductor, mientras, juraba en
portugués y se daba golpes en la cabeza.
“Tal vez tengáis que hacer autoestop”
nos dijo. ¿Cómo? ¿Aún no hemos salido y nos manda a la calle? Nosotras no
entendíamos nada. Le preguntábamos y la respuesta era que había un problema de
tránsito.
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Jugando a las canicas en Ilha de Moçambique |
Finalmente, la furgoneta se puso en marcha, pero todas las chapas, machibombos o camiones con los
que nos cruzábamos le hacían las mismas señales de advertencia y él se
cagaba en lo más barrido. Creo que aún no habíamos terminado de salir de
Nampula, apenas habíamos recorrido 7 u 8 km, cuando se desvió de la carretera y
aparcó la furgoneta entre un grupo de casas, tal vez de una misma familia, no se
puede decir que fuese una aldea, eran apenas cinco o seis casas. La gente se
bajó. El conductor, los ayudantes y algunos viajeros desde el arcén miraban
carretera adelante hacia donde se supone que estaba el control policial. De vez
en cuando decían, “éste ha pasado”, “éste no ha pasado”. En el control parecían
irse amontonando chapas, coches y camiones. El conductor paraba una moto y se
acercaba hacia el control, volvía… De repente, se sentó en el vehículo y
escondió aún más la chapa entre unas casas algo más alejadas de la
carretera. No entendíamos nada.
¿Llevábamos demasiada carga? ¿Íbamos demasiada gente y podían multarle? El
ayudante del conductor le decía que metiese parte de la carga dentro,
reorganizaron los bultos, pero seguíamos sin movernos. Alguna gente empezó a
coger sus cosas y salió a la carretera a buscar alguien que le llevase en moto.
Mientras, otras chapas, tres, fueron entrando en el recinto y se iban
escondiendo igual que la nuestra. Un vecino de una de esas casas nos sacó un
banco para que nos sentásemos. Parecían
acostumbrados a este tipo de visitas. Con nosotras viajaba un mujer embarazada
que además tenía un niño de apenas un año con ella. Otras dos viajeras empezaron
a hablarle de la necesidad de esperar por lo menos dos años antes de quedarse
otra vez embarazada, de las ventajas de usar el DIU… Al poco, ellas también
decidieron marcharse. Quedábamos poca gente y aquello no tenía visos de
solución. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dos horas, dos horas y media? No lo sé,
cuando viajo a África acostumbro prescindir de medir el tiempo, es inútil. Por
fin llegó de nuevo el conductor y se subió a la chapa. Mientras esperaba el
momento de salir a la carretera dijo: “Yo me vuelvo a Nampula, hoje não quero problemas” ¿Cómo? Ni
hablar. “No, no, voy a ir por otro
camino a ver si puedo evitar el control”
Cruzó la carretera y la vía del tren paralela y se metió por un camino
por entre casas hasta que llegamos a un punto de no retorno en donde había otras
chapas con sus correspondientes viajeros escondidas entre las casas.
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Mezquita verde de Ilha de Moçambique. |
Eso nos decidió. Salimos del vehículo, le pedimos al
conductor nuestras mochilas y nos dispusimos a hacer autostop. El conductor nos
dio las maletas de mala gana y nos pidió 100 meticais por habernos traído desde
Nampula hasta un punto indefinido de la carretera en medio de ninguna parte (el
precio hasta Ilha es de 400 meticais). La verdad es que fue una decisión bastante
loca, ya que eran pocos los vehículos que pasaban por la carretera y la mayoría
de ellos chapas que tenían el mismo problema que la nuestra. Además, el
transporte público en Mozambique sale siempre pronto por la mañana, y ya eran
las 11:30 o así, por lo que ya ni siquiera chapas aparecerían por allí. Sin
pueblos de importancia hasta Namialo y sin agua era una decisión un poco
suicida. Sin embargo, animosas (Otro viajero se nos acercó y nos dijo: “yo
también voy a coger mi maleta y voy a hacer autoestop”. Eso nos dio ánimos.) nos
pusimos en la carretera en plan Pekín Express intentando parar algún coche. El
tercero que pasó se paró, pero como somos unas autoestopistas novatas no nos
enteramos y unas mujeres que estaban en el arcén nos hicieron señas: “¡Id, id,
que os ha parado!”. Bien, a ver si nos puede acercar unos kilómetros, aunque
sea hasta pasar el control. Corrimos hacia el coche y un hombre que por la
vestimenta deducimos que era musulmán nos abrió las puertas. ¡Iba hasta Ilha!
Llevaba dos meses fuera de casa y ya tenía saudade de su isla, “é pequenina,
mas bonita”, decía. Había estado dos meses en Malawi y llevaba dos días sin
parar conduciendo. Así que supongo que nos paró buscando un poco de
conversación que lo mantuviese despierto, ya que según dijo estaba muy cansado
y con ganas de darse una ducha y dormir.
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Jugando al fútbol con una pelota hecha con bolsas de plástico.
Playa de Wimbi. Pemba. |
Por la carretera había bastantes puestos de venta de
castañas de cajú. En algunos salía un hombre ofreciendo la mercancía, pero en
otros habían puesto un muñeco de tamaño humano, para no tener que levantarse
cada vez que aparecía un coche. “Ese es un muñeco”, decía nuestro conductor,
cuando divisaba uno desde lejos. Llevaba el coche (un Toyota 4x4) lleno de
boniatos, plátanos… y otras cosas que había ido comprando en la carretera aquí
y allá, donde más barato es cada mercancía. El repollo por ejemplo lo compró a
20 meticais y en Ilha cuesta 60 según nos dijo. En Namialo paró en el mercado y
compró un balón para su hijo: quería darle una sorpresa (En el norte de Mozambique se ven muy pocos balones de
plástico, todavía muchos niños y jóvenes juegan al fútbol con balones hechos
con bolsas de plástico enrolladas hasta formar una pelota). No supo decirnos
qué pasaba en la carretera, por qué había tantas chapas paradas, pero dijo que
para ir de Nampula a Ilha es mejor ir en carro, que las chapas son un problema,
no nos especificó más. Un hermano suyo vive en Lisboa y estaba allí
de visita. A su hermano no lo conocimos, pero sí a su sobrino, un chico de unos 20 años que
llevaba dos clavos decorativos bajo el labio inferior. ¡Vaya pinta de portugués!
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Ilha de Moçambique |
Nuestro taxista ocasional tuvo la amabilidad de, tras dejar
las cosas que había comprado en su casa
y darle la sorpresa a su hijo, acompañarnos en el coche con dos de sus
hijos hasta el hotel (estaba cerca de su casa). Le preguntamos cómo podíamos
agradecérselo y aunque en principio levantó los hombros como diciendo “vosotras veréis”, le dimos una
cantidad generosa de dinero porque nos libró de una buena. Por el camino casi
no vimos chapas, el calor era excesivo ya a esas horas y no pasaron muchos más coches. Además, no hay
pueblos de importancia, ni lugar donde comprar agua, excepto Monapo y Namialo,
a por lo menos 80 kilómetros de donde abandonamos la chapa.
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Estatua a Vasco de Gama
en Ilha de Moçambique |
Más tarde, en Ibo, conocimos a un brasileño, Diego, que nos
dijo que él tuvo que pegar (coger) siete chapas para llegar de Nampula a Ilha,
unos 170 km. Por lo visto, no es una ruta sencilla para hacer en chapa, a pesar
de que la carretera es buena. Unos catalanes que conocimos también en Ibo, sin
embargo, creo recordar que dijeron que no tuvieron problemas. Cuando volvíamos
a Nampula desde Pemba, la policía en el control de entrada a Nampula hizo
bajarse de la chapa a un joven de aspecto somalí al que ya en un control anterior habían hecho
descender de la furgoneta, aunque finalmente le habían dejado continuar la
marcha. En esta ocasión le hicieron quedarse en el control y nosotros seguimos
hasta la estación, que ya estaba cerca. Los controles en el norte de Mozambique
son mucho peores que en el sur. Además de ser más frecuentes y reunir un
nutrido grupo de cuerpos policiales -hay uniformes de todo tipo, unos van
armados y otros no-, acostumbran pedir mordidas con todo descaro. Cuando íbamos
a Pemba en chapa, el ayudante del conductor nos pidió a los viajeros billetes
de 20 meticais (al parecer no tenía nada
suelto) en un par de controles para soltarles a los policías. Dos viajeros le
proporcionaron los billetes que luego al llegar a Pemba el ayudante del
conductor les devolvió. Aún así un joven policía de gafas oscuras no parecía
conformarse y le pedía 60 meticais. En
el sur nos pidieron alguna vez el pasaporte pero nos lo devolvían sin más.
Aquí, nos lo han pedido muchas veces (hay muchos controles seguidos sobre todo
a la salida y entrada de las ciudades), y algunas veces se lo han llevado
diciendo que tenían que hacer alguna comprobación, lo que indudablemente te
pone de los nervios. No hemos dado dinero, que es lo que quieren, pero
conseguían poner nerviosos a todos los viajeros y no sabemos si el conductor o
el ayudante soltaron más dinero debido a nuestra presencia. Alguna vez sí nos
preguntaron en las chapas antes de llegar al control si teníamos los
pasaportes. Los catalanes que he citado antes sí tuvieron un rifi-rafe con la
policía porque al parecer la chica en la
foto del pasaporte tenía pendientes que ahora no llevaba puestos y esto les
daba una razón a los polis para intentar sacar una mordida. Sin comentarios. La página web del gobierno
español dice que en caso de que la policía te diga que has de pagar una multa
por la razón que sea, uno no se enfrente a ellos y acepte pagarla pero les diga
que desea hacerlo en comisaría. Decirlo es fácil, pero no sé si en la práctica
será tan fácil insistir en que te lleven a comisaría a pagar.
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Reminiscencias indias en Ilha. |
Aunque no sé la razón de porqué el conductor de la chapa de Nampula a Ilha no se atrevió a seguir hasta el control, supongo que ese día
alguno de los policías que había en el control era especialmente cabrón, o que
ese día los policías tenían orden de llevar a cabo el control más a rajatabla
de lo habitual. El caso es que como bautismo en chapa en el norte de Mozambique
la experiencia no estuvo mal. Como decía Dieguinho, “así tenéis algo que
contar”.
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Dhow al atardecer en Ilha de Moçambique |
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