Música para acompañar esta lectura:
http://www.youtube.com/watch?v=ZV2DCGnMkGc
Cuando la gente afirma que en el siglo XXI ya no se pueden vivir aventuras demuestra una ignorancia supina. Cualquiera que haya viajado en transporte público por Etiopía convendrá conmigo en que es toda una aventura. Cuando uno va a reservar un asiento en alguno de los antediluvianos autobuses etíopes le dirán que se
En las montañas cercanas a Gondar |
Por una extraña razón que tras dos viajes a Etiopía no he conseguido todavía desentrañar al etíope se le antoja del todo imprescindible que el viajero presencie el despertar del guardián, la llegada de los conductores, la multitud soñolienta apretujándose etc. desde el principio. Es un espectáculo, sin duda, pero en ese caso podían poner unos bancos para que todos lo viesemos más cómodos. Porque, no, en Etiopía las estaciones no tienen sala de espera ni nada parecido, ni un mísero banco para que te sientes a aguardar la apertura de puertas, nada. Tampoco hay una tejavana, qué se yo, un tejadillo que te permita resguardarte de la lluvia mientras esperas. No, ¿Para qué? Si total, en época de lluvias sólo llueve los días de labor y los fines de semana, y no tiene por que ser de 5:00 a 6:00, eso es cierto. El viajero mira esperanzado al suelo por si hubiese algún pequeño trozo de tierra seca donde dejar el equipaje y así aliviar un poco el peso. Inútil, sólo se ven charcos por todas partes.
Hacia las seis por fin abren la puerta y los viajeros con billete pueden entrar. Hay que tener cuidado de no morir pisoteado por la masa. Como todavía está oscuro conviene llevar una linterna para buscar en la noche entre la multitud que se mueve como en un videojuego para arriba y para abajo y las nubes de humo que salen de los autobuses el número del autobús que uno tiene que coger. No hay que apurarse, el número viene bien señalado en el billete y mientras esté de noche hay tiempo de sobra, el autobús no saldrá hasta que amanezca y eso si hay suerte.
Por fin, ¡mira, el 4532, es el nuestro! Tras enseñar el ticket subes y buscas un asiento... ¡uy!, no sé si vamos a tener sitio. No preocuparse. En efecto, con el tiempo uno se dará cuenta de que no todo el que está sentado en el autobús va a viajar. Unos han subido para guardar el asiento a alguién que vendrá luego y la mayoría son simplemente familiares que gustan de acompañar al pariente hasta el último minuto. Normal, ¡se han levantado a las 4:00! El caso es que cuando ven que sube gente no hacen ningún gesto que permita saber al viajero quién se queda y quién se va a bajar, impidiendo que uno sepa qué asientos están libres, ocupan los pasillos entorpeciendo enormemente el paso y agobian mogollón. Con las primeras luces del día por fin parece que los pasillos se van despejando e incluso algún que otro autobús empieza a encaminarse hacia la salida. Bien. Nos vamos. Entran todavía unos últimos viajeros que han pujado a la baja por las plazas vacantes, el que no tiene mucho dinero puede esperar a esta especie de subasta en el caso de que hayan quedado plazas libres. Y... nos vamos.
Lalibela |
Bueno, ya sólo nos queda pasar sentados en los estrechos asientos del autobús unas 12 horas, la media de un viaje entre dos ciudades de interés turístico en Etiopía, casi sin parar ni para mear, mucho menos para comer. Hay un sólo conductor que se encarga de todo el recorrido, 12 horas conduciendo más las otras dos que ha pasado en la estación. Pasado el mediodía con suerte, si el ayudante ha comprado qat (chat lo llaman los etíopes, una droga no muy fuerte que obtienen de un arbusto semejante al del café, muy popular en Yemen y aquí), masticará unas cuantas hojas que se supone le quitarán el hambre, el sueño y la fatiga y le mantendrán atento. Por el camino se puede disfrutar de espeluznantes puertos sin fin con vistas a terroríficos precipicios. ¡Basta, no sigas, me está dando miedo! Eso no es nada, amigo, tranquilo, el bus va muy lento, el peligro de colisión o de caerse por el precipicio no es muy alto. Cierto que se ve cada pocos kilómetros algún camión que se ha salido de la calzada, pero poco más. Además, cuando llegan a una curva especialmente peligrosa, los etíopes, muy religiosos ellos, echan dinero en una bolsa que el ayudante del conductor se encarga de pasar por todo el autobús. Es su forma de pedir a Dios que sea benévolo con ellos y, lo que resulta más prosaico, animar al conductor para que esté bien atento. La recaudación suele ser alta, lo que evidentemente motiva al conductor sobremanera. También es verdad que en algunas zonas de alta montaña los niños echan tierra y piedras en la carretera que con tanto trabajo han hecho los chinos para que el autobús tenga que parar y puedan pedirles o venderles algo. Yo por esto último, ya ves, me preocuparía más. En lo que a mi respecta llegué sana y salva a todos los sitios, lo que no quiere decir que si se presenta la ocasión esté dispuesta a repetir esa experiencia.
Mercado de Bati |
Para evitar el mareo es frecuente que la gente compre algún limón de esos pequeñitos que huelen muy bien y se lo acerquen cada poco a la nariz mientras lo van girando. Son muy poco tolerantes con el que vomita, a pesar de que debido a los endiablados puertos es muy habitual que alguien acabe vomitando tarde o temprano. Ëste recibirá un cosquetón en la cabeza si se descuida. Otra técnica que vimos utilizar a unos chavales de unos 14 años muy de pueblo para no marearse en el bus fue introducirse unas bolas de papel en las narices. No parecía funcionarles del todo, si bien es cierto que no vomitaron.
Como en casi todo el mundo, aquí también se suben a los autobuses vendedores de chucherías varias o de algún medicamento todopoderoso, religiosos con su paraguas abierto para que les echen plata a cambio de una bendición y caraduras que muestran la imagen de alguna persona injustificadamente encarcelada o de algún niño gravemente enfermo para que les den dinero. Estos siempre van bastante mejor vestidos que los viajeros del bus, lo que me hace suponer que casi siempre son estafas.
Esto es todo por lo que respecta a la ruta histórica del norte que suelen hacer la mayoría de los turistas. El sur lo dejo para otro día. Espero no haber asustado a quién tenga la intención de viajar proximamente a Etiopía, el país merece estos pequeños inconvenientes y muchos más. Y desde luego el viaje aburrido no es, da tiempo a hacer amigos y, como sabes que es inútil mirar al reloj y atormentarse con la hora de llegada, aprendes a disfrutar del paisaje y del pasaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario