Argelia
(3)
Burkina
(5)
Costa Rica
(1)
Ecuador
(2)
Egipto
(1)
El País de Nunca Jamás. Cuentos
(6)
El País en Verso
(4)
España
(3)
Etiopía
(7)
India
(4)
Madagascar
(5)
Mali
(5)
Marruecos
(1)
Mozambique
(7)
Namibia
(5)
Níger
(6)
Omán
(2)
Países leídos
(1)
Siria
(1)
Tanzania
(1)
Tíbet
(1)
Turquía
(1)
Uganda
(5)
Yemen
(3)
martes, 3 de abril de 2012
Con la música a otra parte
A veces cuando estás fuera de tu país oír música en español o música que de una manera u otra está ligada a algún momento de tu vida hace que te sientas a gusto, como en casa.
En Ouagadougou un día fuimos a coger un autobús a la estación de una de las compañías, no recuerdo cuál. El garaje estaba un poco lejos del centro, en un barrio de calles a medio asfaltar todas iguales, y era fácil despistarse y pasarse de largo de la estación. Entonces, si antes no te habías decidido tú a preguntar, alguno de los jóvenes que estaban apostados a la entrada de las tienduchas de la calle que ya te habían visto pasar dos o tres veces por delante te ofrecían ayuda:
-"Bonjour, bonjour (los burkinabes dicen tantos bonjour como personas tengan que saludar), ¿podemos ayudaros en algo?.
Cuando por fin encontramos la estación, ésta no era nada más que un garaje de piso sin asfaltar al aire libre, totalmente enfangado si había llovido recientemente o polvoriento en caso de que el sol ya hubiese secado el agua de lluvia de la noche anterior. En un edificio de adobe se encontraba la taquilla, y para que la gente esperase su autobús había una serie de ocho o nueve filas de bancos corridos con un pasillo en medio de cara a la esplanada en donde se paraban los vehículos. Una tejavana protegía a los viajeros de una posible tormenta intempestiva. Mujeres, hombres y niños rodeados de bultos comían algunos plátanos o cosas por el estilo para hacer la espera más amena. Nos sentamos entre ellos y nos dispusimos a esperar. Y, de repente, por el altavoz de la sala de espera empezamos a escuchar a buen volumen a Luz Casal cantando "Piensa en mí, cuando sufras..."
En el viaje de Ouagadougou a Gaoua el autobús llevaba alegre música de Costa de Marfil a todo volumen, al ritmo de tum-tak taka-tum-tak-tak. Estoy oyendo ahora mismo la canción "On veut du soleil" de Lokua Kanza y usa ese mismo ritmo como sonido base, aunque la canción no es tan discotequera como las que nos pusieron en ese viaje de unas nueve horas del que nuestros tímpanos salieron indemnes no se sabe cómo. En alguna de las canciones el estribillo repetía la palabra "caliente" en un claro castellano.
Por otra parte, en Po, cerca de la frontera con Ghana, nos hospedamos en un campamento bastante básico, regentado por un hombre de hablar bronco y aspecto rudo aunque inofensivo que tenía música de esa que uno no sabe si situar en África o en el Caribe, música garifuna ( www.realworldrecords.com/aurelio ) o rumba congoleña, algo así. Acompañaba muy bien al ambiente general ocioso, tormentoso y campestre del lugar. A mi mente vino una canción que está desde entonces en mí ligada a ese lugar... "Cuando la tarde languidece y renacen las sombras, y en la quietud los cafetales vuelven...". De repente te asalta como una nostalgia de tardes infantiles en países tropicales que nunca has vivido, pero que esta preciosa canción, oída y cantada hasta la saciedad de pequeña, tiene el poder de evocar. Había algo en la música de ambiente de aquel modesto campamento que no me era del todo ajeno. A cinco mil kilómetros de casa, en un país que la mayoría de mis conciudadanos ni siquiera saben que existe, de repente todo me era familiar. No sé si se me entiende.
Cuatro de la madrugada en Niamey. Hemos quedado con un taxista para que nos lleve a la estación para coger un bus a Tahoua. Cuando llegamos todo está oscuro como boca de lobo. Hay una televisión grande retransmitiendo un film de vídeo de esos espantosos repletos de escenas violentas en los que nadie entiende la trama. Ya había algunos viajeros somnolientos como en stand by. Un joven de la compañía se nos aproximó para que le diésemos las mochilas. En Níger te facturan las maletas como si fueses a subir a un avión. Con tiza o con alguna pegatina ponen a donde va cada maleta y el teléfono móvil del dueño (Ahí fue cuando decidimos empezar a llevar el teléfono móvil en nuestros viajes: hacíamos el ridículo más espantoso cuando en Níger, uno de los países más subdesarrollados del mundo, nos pedían el móvil y les decíamos que no teníamos). Tras una hora larga nos subimos al autobús y al poco uno de los currelas nos ofreció una bolsita de leche pasterizada y un bollo: el desayuno. En algunos viajes es costumbre en Níger regalar al viajero con este desayuno que la verdad es que se agradece. Debido a las tempraneras horas en las que estábamos el conductor puso música suave que poco a poco no podías evitar tararear: "Ti amo, ti aamo..." ¿Cómo se llamaba el cantante italiano aquel? ¡Uno a veces sin querer viaja también en el tiempo!
Sin salir de Níger, pero más al sur, en Zinder, cerca de la frontera con Nigeria, estábamos echando la siesta en nuestra habitación del hotel Damagaran creo que se llamaba, escuchando la radio, como siempre. Teníamos sintonizado un programa de radio tipo "los Cuarenta principales". El locutor, muy animoso, presentaba las canciones con gracia, en un tono alegre y dicharachero que contagiaba. En esto que empezamos a escuchar "niña aa....dulce niña aa". Durante toda la canción estuvimos barajando distintos nombres de grupos españoles hasta que el locutor aclaró nuestras dudas: ¡¡¡Los CAÑOS!!!
A veces la música que oyes no es en español pero de una u otra manera está ligada a tu vida. En Mali, por ejemplo, en el minibus que nos llevó de Mopti a Djené nos pusieron una cinta de música egipcia que Aïd, el egipcio que me dio clases de árabe durante una temporada, solía tener puesta en su casa y me había grabado: "li-anti habiba sadiqi...". ¿Alguien se extraña de que vuelva una vez y otra a África? Siempre hay alguna música muy mía que parece decirme: no estás en el extranjero, estás aquí, donde te corresponde.
En otros lugares del mundo también me he sentido un poco así, de todas formas, solo que menos.
En Omán fuimos algún que otro día a la playa y en una de las cafeterías de la playa de Qurm (de una marca muy conocida pero que no quiero publicitar, porque es del estilo tú te lo haces todo y luego nos pagas por un té como si te hubiesemos servido un almuerzo completo y en cubertería de plata), una camarera filipina se dirigió a nosotras al oírnos decir algún número. Al parecer en tagalo los dicen cómo en español. Salió luego a la terraza a hablar un rato con nosotras y después puso música de Compay Segundo: "Caminando voy para ..... el cariño que te tengo, nunca lo podré olvidar"
También en Malaca (Malasia) fuimos a comer a un restaurante del centro y no sé si nos oyeron hablar español o fue casualidad pero el caso es que almorzamos acompañadas por Machín: "Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir...".
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario