sábado, 4 de febrero de 2012

Arquitectura burkinabe




Mezquita de Bobo Dioulasso
Uno de los motivos que me llevó a viajar por primera vez al África
 subsahariana fue la arquitectura, la arquitectura de estilo sudanés. Desde no recuerdo cuándo soñaba con ver algun día las mezquitas de Djenné, Bobo Dioulasso, Agadez o Tombuctú. Y no me decepcionaron. Parece mentira que construidas en barro hayan podido pervivir tanto tiempo, algunas durante siglos, tan hermosas, tan actuales. Parecen la obra de algún moderno arquitecto, de un Gaudí malí o burkinabe. Tienen una sencillez que abruma y emociona. Cuando llueve, el barro cae a chorros por las paredes y uno teme que como una tarta de chocolate bajo el sol la mezquita vaya derritiéndose y acabe convirtiéndose en un montón de tierra informe más oscura que el suelo y nada más, uno parece estar ante un ser vivo.


Orificio por el que se accede desde la terraza a la casa


Pero una vez que conseguí viajar a África descubrí otras maravillas arquitectónicas insospechadas. Por ejemplo, las sukalas burkinabes del País Lobi. Son casas de barro sin ventanas al exterior al modo que las entendemos nosotros, sólo tienen una pequeña puerta por la que hay que entrar agachado y una serie de orificios en el techo, como chimeneas que permiten al que esté dentro de la casa salir a la terraza de encima del edificio. El hueco es lo suficientemente grande como para que uno esté de pie sin ser visto desde la terraza -lo que viene muy bien para cambiarse de ropa-. Un capuchón grande de paja o cerámica como una especie de gran cesta cónica, permite que en caso de lluvia se pueda tapar el agujero. Uno de los  días que nosotras dormimos en una de estas sukalas llovió y la verdad es que no pasó practicamente nada de agua. El interior de la casa es oscuro y suele estar lleno de humo para protegerse de los mosquitos y la malaria que en esta zona es muy frecuente. Dentro se duerme 
Interior de una Sukala
compartiendo cama (suelo) con gallinas y cabritillos pero la vida se hace en el patio exterior, donde también se cocina, o en la terraza. Para subir a ésta no es necesario entrar en la casa, sino que una escalera tallada en el tronco o rama gruesa de un árbol -exactamente igual que las escalera del pais dogón- apoyada en la pared nos permite acceder sin problemas. El motivo de estas extrañas construcciones era al parecer defenderse de los animales salvajes, antiguamente abundantes, y de otros posibles enemigos. 




Casa típica del País Kasena

También con esta función defensiva están construidas las casas del País Kasena (Burkina y Ghana). También de barro, tienen una minúscula puerta mucho más pequeña que la de las sukalas y, además, nada más entrar tienes que superar un pequeño altillo de barro, no muy alto, pero incómodo, ya que no hay apenas espacio y estás encorvada, y luego girar a la izquierda para, tras sortear otro altillo de barro, pasar por otra pequeña abertura a la estancia principal de la casa. Si algún animal quería entrar lo tenía seriamente dificil y si era otro el incómodo visitante, los ocupantes de la casa tenían tiempo para coger las armas e intentar defenderse. El enemigo no tenía otro remedio que agachar su cabeza y encorvar todo su cuerpo para entrar, con lo que la ventaja era para los ocupantes legítimos de la casa. Estas edificaciones tampoco tienen ventanas y duermen en el suelo o en camas de obra hechas con el mismo barro. En el País Kasena además tienen la costumbre de pintar las fachadas de sus casas con dibujos geométricos en tonos ocres, rojizos o negros. Se suelen agrupar varias casas supongo que de familiares formando un conjunto atractivo. A las gallinas las tienen en pequeñas construcciones de barro a ras de suelo con dos agujeros para que salgan y entren a su antojo.

Un motivo más para acercarse a Burkina Faso, uno de los países más acogedores que he conocido.


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