Cuando Churchil visitó a principios del siglo veinte los territorios ingleses del África oriental sin dudarlo dijo: "centrémonos en Uganda". Frente a Sudán, Egipto o Kenia, Uganda presentaba una ventaja fundamental: sus enormes recursos hídricos y tierra fértil adecuada para el cultivo del tabaco, el té, el café, el algodón o la caña de azúcar. Así que no dudó en recomendar -de una manera políticamente nada correcta hoy en día (luego dicen que no avanzamos nada, pero un político actual no se atrevería a publicar nada parecido)- acabar además de con la mosca tse-tsé que había causado numerosísimas víctimas por aquellos años, con la fauna salvaje y los molestos bosques que impedirían el desarrollo de la agricultura. Mientras pensaba en las presas que se harían y procurarían electricidad a todos los países del África británica, se dedicaba a cazar -tal vez sea más adecuada la palabra "matar" a secas- todos los rinocerontes que encontraba por el camino. Pero, ¿Qué dejaron los ingleses en Uganda?
Bien, pues la verdad no mucho. Sorprende la falta de edificios que nos recuerden la presencia británica ni siquiera en el centro de Kampala, las ciudades carecen absolutamente de planificación urbanística alguna con la excepción tal vez de Jinja. A simple vista parece que llegaron al país, lo explotaron y se fueron sin dejar huella. Sí dejaron su impronta, sin embargo, y en cosas que más valiese que se hubiesen llevado consigo.
Lo primero la religión claro. La mayoría de la población es cristiana, mitad católica, mitad protestante. Yo evidentemente no
| Colorida mezquita de Jinja |
Lo segundo, el idioma, hoy idioma oficial del país aunque nadie lo usa en su vida diaria, para lo que prefieren alguno de sus treintaytantos idiomas maternos.
En tercer lugar dejaron a los ugandeses el fish and chips, el típico pescado empanado como suela de zapatilla que se encuentra uno en todos los países que fueron colonizados por los británicos. Yo, que adoro el pescado, me las prometía muy felices al ir a Uganda, un país lleno de lagos, pero tras probar un par de platos de tilapia, uno en plan fish and chips y otro masala, es decir, al estilo indio, nadando en salsa, me pasé a la carne, mucho más sabrosa y bien cocinada. Tal vez sea que la tilapia de por sí es sosa, pero de todas formas es bastante frustrante que en la mayoría de los restaurantes todo lo que tengan de pescado sea fish and chips. En Malasia están rodeados de mar, y sin embargo también era lo más habitual que por pescado solo te ofreciesen fish and chips: herencia británica.
No nos podemos olvidar del pan de molde. Allí donde estuvieron los británicos, olvídese usted de comer con una barra de pan, sólo hay pan de molde, y lo peor es que es mucho peor que el que puede usted encontrar en España. Por lo menos podía alguien enseñar a los ingleses a hacer pan de molde blandito y gustoso. También en India u Omán, ambos excolonias británicas el pan de molde era pésimo. Gracias a los indios también se puede degustar el chapati en Uganda, pero la verdad es que a mi me ha parecido bastante malo. Yo soy más de paroda (otro pan indio tipo chapati pero más consistente).
Otra cosa que los británicos consideran esencial dejar en herencia a sus ex-colonias son las clock tower. Todos sabemos que el Big Ben es uno de los símbolos británicos por excelencia y que los ingleses tienen fama de puntuales y de estar un poquín obsesionados con el tiempo, pero ¿qué necesidad hay de angustiar con el paso del tiempo al resto del mundo? Bien, pues si usted va a un país y ve una profusión infrecuente de torres del reloj, no lo dude, está usted en una excolonia británica. Ya sea Omán con sus torres de cartón piedra profusamente decoradas o Tanzania o Uganda con sus torres del reloj de metraquilato blanco anunciando coca-cola, advertirá en seguida que todas las ciudades tienen su torre del reloj.
Casi se me olvidaba, el uniforme. Al igual que pasa con las clock tower, si usted ve que en un país todos los niños llevan uniforme,
| Niña en uniforme escolar |
Cabe mencionar también la moqueta, un nido de bichos de todo tipo, que las excolonias británicas tienden a relacionar con el lujo, y así en un hotel de Yemen puede uno encontrarse con moqueta hasta en el baño, y en la mejor habitación (la más cara) de un hotel de mochileros en Uganda, en vez de la mucho más cómoda, limpia y higiénica plaqueta de cerámica de las habitaciones más baratas encontrará usted moqueta gris marronácea en plan aeropuerto de Heathrow.
Voy a dejar aquí el tema de la herencia británica en Uganda, aunque también se pueden mencionar los clubs privados o los campos de golf tan abundantes en el país. No tengo nada contra los británicos, en general siempre se han preocupado de trasmitirnos cómo eran los pueblos que conocían y son gente de mente abierta, que con su ironía y sarcasmo saben criticarse a sí mismos y a los demás, pero si he escrito este artículo es porque realmente me ha dejado estupefacta no ver otro rastro de civilización británica en Uganda que estas características culturales que por mi parte creo que sería mejor superar cuanto antes.
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