...y otros.
| Tumba del omukama Kabarega, rey de Bunyoro |
Hasta
el día siguiente no nos enteramos de a qué se debía esa curiosa decoración de
la carretera y esos grupos de músicos: el rey de Buganda estaba de visita para
festejar el treinta aniversario de su acceso al trono. En el periódico New
Vision se decía que el rey de Buganda pedía más competencias para poder atender
las necesidades de los buganda, un estado federal (¿A qué me suena esto?) y que se restituyese a
los bugandeses las propiedades expropiadas en su día como se había hecho con
los indios que expulsó Idi Amin -con terribles consecuencias para la economía
ugandesa, por cierto-. No sé si lo que dice el rey de Buganda es cierto y se
restituyó a los asiáticos todas sus propiedades. Hoy en día se ven bastantes indios (la verdad
es que el único que nos dijo de donde era resultó ser pakistaní) en las
ciudades de Uganda, pero son todos muy jóvenes, menores en un 90 por ciento de
treinta años, por lo que no pueden ser las mismas personas que fueron
expulsadas por Idi Amin en 1972. Tal vez sean sus descendientes o pertenezcan a
una nueva ola migratoria. En su mayoría son propietarios de Badulakes
-supermercados quiero decir-. Casi todos los supermercados de Hoima o Fort Portal están en manos de indios,
aunque también hay uno de propietario chino. En Kampala regentan las tiendas de
productos electrónicos de la Kampala Road.
Y en la tele pudimos ver que algunos
son empresarios. De todas formas también vimos alguno trabajando en las obras
de la carretera en la zona de Ishasha.
En
Hoima fuimos a ver la tumba del omukama (rey) Kabalega de Bunyoro. Según te acercas al
recinto de las tumbas de Mparo se materializa un hombre que no te abre la
puerta hasta que no le pagas la tarifa correspondiente. La tumba de Kabalega es
una especie de choza en la que se guardan su escudo, sus armas, sus vasos y
demás pertenencias. El lugar no es
especialmente remarcable pero si ayuda a entender un poco la historia de este
país y en este país en el que quedan tan pocos vestigios del pasado creo que merece
la pena que se visite. El rey de Toro,
por su parte, tiene un palacio en una colina de Fort Portal. Accedió al trono
con 4 añitos y hoy tiene 18.
| Copa del rey Kabalega de Bunyoro |
En el
periódico también leímos una noticia acerca de las desavenencias entre otros
dos reyes de la zona de los Ruwenzoris, a uno de los cuales habían robado en su
palacio una cantidad grande de dinero. La noticia del asalto parecía un poco de
chiste así como las fotos de los
implicados, solemnes en sus tronos que parecían sacados de Las minas del rey Salomón.
Los
reyes de Uganda y sus aspiraciones federalistas me recordaron otras no tan
lejanas -no me negareis que lo del estado libre asociado y lo de que
Cataluñistán sea un país más en los hipotéticos estados unidos de Europa no tiene
gracia-.
Yo no
distingo a un toro de un buganda, como un ugandés no distingue a un madrileño
de un catalán, pero nosotros nos empeñamos en buscar la diferencia en vez de
las similitudes. En vez de sumar esfuerzos para vivir todos mejor, tiramos cada
uno hacia un lado de la cuerda hasta que ésta se rasga. No vemos a la persona
sino al pueblo al que pertenece. Necesitamos sabernos parte del clan, de la
tribu (eso que criticamos tanto en los países en los que los clanes todavía
tienen un importante poder como Afganistán o Yemen y decimos de ellos que todavía tienen
estructuras medievales). Nos comportamos como una pandilla de adolescentes.
Tenemos miedo de tener ideas propias y
particulares, preferimos refugiarnos en el grupo y si hace falta lo
defenderemos como si nos fuese en ello la vida. Sólo hace falta que un político
irresponsable proclame que hemos de defendernos frente al otro -con un
victimismo de niño llorica la mayoría de las veces y trafulcando la historia como le viene en gana-, para que una multitud se una al carro sin dudar para
defender a la tribu, poniéndose en pie de guerra contra sus vecinos de toda la
vida si hace falta: el buganda frente al toro, el valón frente al flamenco, el
copto frente al musulmán… ¿Cuándo maduraremos? Estoy totalmente de acuerdo con la definición que hacía el francés Ernest Renan de la nación :"una nación es un grupo de gente unida por una visión equivocada del pasado y el odio a sus vecinos".
Yo
desde luego no estoy dispuesta a que me digan dónde empieza y dónde termina mi pueblo,
mi cultura, qué paisajes me pertenecen y cuáles no, qué idioma es el mío y cual
es extranjero… Por nacer donde he nacido he leído El Quijote dos veces y, sin
embargo, no he leído a Shakespeare. Si hubiese nacido en Londres me ocurriría
lo contrario. Eso es cierto. Pero no es menos cierto que desde bien pequeña he
recibido influencias culturales de todo tipo, ¿No son parte de mi cultura las
películas de vaqueros? Y luego uno va inclinándose más por unos autores o una
música que por otra, independientemente de su lugar de origen; hay españoles
que saben más de manga que un japonés, y japoneses que saben más de flamenco
que muchos españoles. ¿No es parte de mi cultura Anita Desai o Lokua Kanza? Soy
cristiana, pero he leído el Corán y, sin embargo, nunca he conseguido leer la
biblia. Mi ciudad es mi paisaje sentimental,
pero, entonces, ¿por qué se me pone la piel de gallina cuando oigo la
música turca o el guirigay de la plaza Jemáa el Fná? Tan míos son el Valle del
Rift o la ciudad de Sanaá como las llanuras de mi provincia. Todos somos de cultura mestiza. ¿Por qué no lo
aceptamos? Un día compré una gramática
de hindi rebajada porque se había
mojado. Descubrí entonces, como una cultura que consideraba
totalmente ajena a mí, no lo era tanto. Resulta que ladrón se decía chor y robo chori y yo siempre había llamado a los ladrones chorizos (en Ecuador los llaman choros,
¿hasta América llegó el hindi?), yo se decía men, ¿no
había oído yo más de una vez “el menda”
para referirse a uno mismo? A través del caló nos han llegado un montón de
palabras del hindi que utilizamos sin darnos cuenta. Como también hay en el hindi un gran grupo de
palabras que no se me hacían extrañas porque las había estudiado en árabe (jabar,
garam, kitab, kursi…).
A nada
que uno viaja ve cómo hay influencias mutuas por todas partes: terminaciones de
azoteas marroquíes en forma de pirámide que ya se ven en Petra, celosías de
arabescos omaníes que se repiten con exactitud asombrosa en la moderna
decoración de una casa cordobesa, cenefas de madera en el techo de una lonja de
Tavira que recuerda a otras similares de una mezquita malaya. Manos teñidas de
alheña desde Marruecos hasta India. Cantos
gujaratis que te dejan helado por su similitud con el cante flamenco. Gestos de
bailarina de flamenco en exhibiciones de un antiguo arte marcial malayo. Viajar
y emigrar no es algo nuevo y el hombre ha sabido imitar lo mejor de cada
cultura, asimilarlo como propio y avanzar. ¡A veces, sin embargo, somos tan
pueblerinos!
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