viernes, 30 de diciembre de 2011

Tombuctú

Tombuctú dicen que decepciona, pero a mí no me decepcionó en absoluto. Primero la entrada en la ciudad al estilo Indiana Jones como he dicho: el baché a toda velocidad haciendo que todos diesemos saltos en nuestros asientos, los niños persiguiendo el vehículo e intentando subirse a él en medio de la oscuridad más total, las cucarachas que cubrían de negro (no es exageración) el suelo del pasillo del hotel crujiendo bajo nuestras botas y las polillas que se chocaban con las paredes en un vuelo enloquecido y tenías que ir quitándotelas de delante como podías... Y, al día siguiente, más de lo mismo, la escena surrealista continuaba. Al ir a ducharnos al baño compartido nos saludó un jóven targui (singular de tuareg) que estaba en el pasillo barriendo con inusitada parsimonia una ingente cantidad de pequeñas cucarachas que habían pasado a mejor vida por efecto de algún insecticida. No os podeis hacer idea de la cantidad de ellas que había. Lo mejor de todo es la naturalidad con que uno saluda "bonjour, bonjour" como si nada, como si esa escena fuese absolutamente corriente en cualquier hotel. Después, al salir de nuestro edificio para ir a desayunar a una especie de terraza con vistas a las dunas en el otro edificio del hotel, nos saludó un targui cubierto con un turbante que dejaba ver únicamente sus ojos que estaba sentado en el suelo a la puerta del hotel. Cuando te acostumbras no le das importancia, pero las primeras personas que se dirigen a ti con el rostro cubierto te transportan inevitablemente a un mundo de aventura cinematográfica que te hace sentir... ¿feliz?. El caso es que no puedes evitar que una sonrisa asome a tus labios.

Por lo demás, la ciudad es una villa polvorienta en medio del desierto con casas de adobe y tres mezquitas de estilo sudanés de gran belleza. La de Djingareiber creo que fue diseñada por un arquitecto de origen granadino. El legado hispano-marroquí está por todas partes, en las mezquitas y sus puertas tachonadas con metal, en la biblioteca de Ahmed Baba que contiene además de manuscritos de la época marroquí que guardan datos sobre el comercio de sal, oro y esclavos con Libia, el imperio Songhai y Taoudemi, una biblioteca moderna donde se pueden ver libros sobre la relación de la España morisca con esta zona y los descendientes que tenemos por ahí.

A las afueras se ven algunas caravanas pequeñas de camellos, pero por la ciudad muchos jóvenes afirman acabar de llegar de Marruecos con un cargamento de sal, o de Zagora concretamente (si habeis estado allí recordareis el cartel que dice "A Tombuctú 40 días"), a donde han ido a comprar telas porque allí están más baratas. Luego te intentan vender alguna baratija (cruces del sur, collares y flechitas para cazar gacelas), aunque a veces te invitan a tomar un té (tres) en su jaima. Las jaimas son grandes y circulares, uno puede estar dentro de pie, están muy limpias y son muy agradables y luminosas, con puertas de rafia que se enrollan y desenrollan para cerrar o abrir (creo que era así, pero no lo recuerdo bien). En la que estuvimos nosotras había una hermosa cama y esteras`por todo el suelo. Una mujer Bella (los antiguos esclavos de los tuareg) entró a amamantar al niño a la tienda. Estas jaimas se pueden ver en varias zonas de la ciudad y posteriormente las vimos en Gao (Mali) y también en Agadés (Níger) y en la zona de Gorom-Gorom (Burkina Faso). En este último caso las usaban los peul nómadas, también estuvimos en una de ellas y aunque era más pequeña que la de Tombuctú, tenía también cama, recipientes varios colgados y estaba muy limpia. Un día hubo una tormenta terrible de viento y algo de lluvia. Daba miedo pensar que uno estuviese en una tienda.

Aparte de lo meramente turístico, a mi me gustó mucho uno de los bancos de la ciudad. Era una sala diáfana con unos sofás y una mesita baja en la que había revistas y periódicos. En una esquina había un frigorífico y la gente, hombres con vestimenta tuareg o similar, entraba, abría en frigo y tomaba un poco de agua con toda naturalidad. Un ventilador situado sobre la mesa hacía la espera más agradable. Para cambiar dinero, primero tienes que dar en ventanilla el pasaporte, luego te llaman y dices cuánto quieres cambiar, vuelves a esperar y finalmente te llaman para darte el dinero.

Más de uno nos preguntó si eramos las chicas que enviaba tal o cual persona, pero el remate ha sido cuando un jóven nos ha dicho que si eramos las amigas españolas de Issa de Mopti. Según dice, es su hermano (léase colega). La verdad es que conocimos un Issa en Mopti, sabía que nos dirigíamos a Tombuctú y tenía la misma pinta de macarrilla que su "hermano". Ya había oido que las noticias en el desierto vuelan, pero no sabía que en el río Niger pasaba igual. El segundo día en la ciudad fuimos a desayunar a un pequeño restaurante enfrente de nuestro hotel y un jóven que salía me dijo: "Gonsales, ça va?" "¿No me conoces?". Yo me quedé deconcertada pensando en a quién conocía yo tan íntimamente como para que supiese mi apellido en aquella ciudad a la que acababa de llegar. Del hotel no era. Al cabo de un rato me dí cuenta de que sería el chico del banco. Cuando cambié dinero un hombre que estaba en la ventanilla al oir mi apellido dijo: "Tienes un buen nombre". Creo que se refería a que tenía el mismo apellido que Raúl González, el exjugador del Real Madrid.

Disfruté mucho de Tombuctú, su calor axfisiante y su gente de rostros ocultos, de exóticos mestizajes (negros fetén, bereberes estilo saharaui, bereberes negros, negros con cara de bereber, mujeres con ropajes saharauis de piel muy blanca...) y, sobretodo, disfruté de un programa nocturno de Radio Buctú Irratia (os juro que decía eso) que ponía música árabe estilo egipcio, bueno, en realidad, disfruté de su presentador. Por la forma de hablar parecía que estaba presentando los 40 principales y acompañaba las canciones cantando él también, cosa que no hacía nada mal. No podía evitar imaginármelo vestido con los ropajes que llevan allí los hombres y el rostro cubierto en la emisora que estaba en el centro de la ciudad tarareando las canciones. Y disfruté también con una cosa tan sencilla como ver a un chaval comerse un mango. ¡Lo estaba disfrutando tanto! Han pasado 8 años, pero lo recuerdo con total claridad, puedo ver al chaval.

Hoy, debido a los secuestros, el gobierno español recomienda no ir a Tombuctú, pero informaos bien y si la situación mejora, no dudeis en ir, no os arrepentireis.

1 comentario:

  1. Terroristas de Al-Qaida están destruyendo algunos de los monumentos patrimonio de la humanidad de Tombuctú. Han prohibido ver la tele, oir música, jugar al fútbol. Mis recuerdos de Tombuctú son de chavales siempre jugando al fútbol, de gente viendo una telenovela brasileña en el bar, la radio siempre con música animada... ¿Qué demonios pasa por la cabeza de esos tarados?

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